Río de Janeiro, Brasil
Fernando Diniz esculpió con suma delicadeza la que hoy es su obra maestra. Fluminense lo hizo a su modo de sentir el fútbol, convirtiéndolo en un equipo revolucionario en Brasil por su estética de juego y desapego a una estructura táctica. El título de la Libertadores-2023 entierra las dudas sobre el llamado «dinizismo».
Cuando Diniz, un psicólogo de la Universidad de San Marcos en Sao Paulo, tomó las riendas del Fluzão en mayo de 2022, por aquel entonces en la decimoquinta posición en el Campeonato Brasileño, ya tenía claro a dónde apuntaba y qué piezas requería para construir su juego.
No tardó mucho en instalar en la mente de sus jugadores el chip con el que pretendía patear el tablero en Brasil: vocación ofensiva sin tregua, posesión del balón con intención y -lo más revolucionario- libertad de acción sin posiciones tácticas fijas.
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Para los pragmáticos del fútbol en Brasil esa filosofía era casi una herejía en los tiempos modernos, pero Diniz no se rindió y redobló la apuesta: recurrió a la psicología para acercarse a sus jugadores, creando vínculos afectivos que trascendieron el campo de juego.
Con el clima perfecto como lo había concebido, entonces se dio a la tarea de buscar los títulos que reivindicaran lo que se comenzaba a conocer como el «dinizismo».
En los primeros meses del 2023, dos títulos llegaron a las vitrinas del Flu: la Copa Guanabara y el Campeonato Carioca, ambas finales ganadas a su archirrival Flamengo. Y en la Libertadores-2023 rápidamente se convirtió en sensación en la fase de grupos con notables resultados, como aquel 5-1 al entonces favorito River Plate en el Maracaná, que le valieron terminar primero del Grupo D.
El fútbol arte de Diniz
Diniz percibe el fútbol como un arte y no como un juego mecánico y estructurado. «¿El fútbol es arte o ciencia?», se preguntaba el sábado en la antesala de la final de la Libertadores ante Boca Juniors.
«Creo que es más arte que ciencia, pero se necesita la ciencia. Cuando sucede de una manera artística, queda impregnado en la memoria de los aficionados para siempre. Cuando sucede de una manera más científica, es más difícil que eso ocurra, se vuelve más mecánico», teorizó el entrenador.
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Esta forma de pensar el fútbol y plasmarlo en el campo sedujo a la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), que lo invistió como seleccionador interino por al menos un año mientras se oficializa la llegada del italiano Carlo Ancelotti a mediados de 2024.
El «dinizismo» no ha estado tan presente en la Seleçao en los primeros partidos de la eliminatoria sudamericana para el Mundial-2026 y tampoco lo estuvo en los últimos cinco partidos del Brasileirao, en los que rescató apenas una victoria y un empate. La mente en el Tricolor carioca estaba puesta en el 4 de noviembre.
La dictadura del «dinizismo»
Llegaba Boca con su obsesión por conquistar la séptima Libertadores en el Maracaná, y tras su épica clasificación a la final al vencer al archifavorito Palmeiras en las semifinales, la sensación en Brasil era que Fluminense podría chocar contra una pared infranqueable.
Pero el «dinizismo» puro maniató al Xeneize en los 120 minutos de la vibrante final en el Maracaná. Lo hizo sobremanera en la primera mitad, un repaso de posesión de pelota, circulación y movilidad táctica.
«Si no hubiera ganado, continuaría trabajando para ganar en otra ocasión. Los campeonatos acaban y la vida continúa. Campeón es quien mejora constantemente y consigue suplantar las críticas fáciles», dijo Diniz al mejor estilo «Canelo» Álvarez con un golpe al hígado para sus detractores.
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«Este título no depende de las pelotas que entran o no entran, depende de tu dedicación y de esta interacción, de esta cercanía humana que me gusta tener con los jugadores. Y eso es lo que recogemos», argumentó Diniz.
«Y cada vez que conseguimos construir estos vínculos, acabamos estando más cerca de ganar», resumió.
Así fue como Diniz construyó a Fluminense, hasta llevarlo a conquistar la anhelada primera Copa Libertadores de su historia.