El equipo de Simeone cae ante el Chelsea en un suplicio de partido, siempre con el objetivo de no recibir gol, y se complica el pase a cuartos
Bucarest, Rumania
Fue un Atlético defensivo y tedioso. Tan cauteloso y aburrido, tan a contrapelo del nuevo estilo que se creía establecido en el equipo que convirtió el partido de ida de los octavos de final de la Champions en un suplicio para su hinchada. Ni lo barrió el Chelsea, un equipo sin gran pedigrí, ni nada por el estilo. Se pegó un tiro en el pie por ultradefensivo y falto de iniciativa.
En el estadio Nacional de Bucarest trata el Atlético rememorar sus ancestros, la primera piedra del cholismo. Un estilo que impone hoy, como nueve años atrás, una máxima por encima de todas las cosas: la portería a cero. Solo así entiende Simeone que se pueden ganar los partidos por una pura cuestión de pragmatismo. No está Falcao para hacer magia con cualquier balón descargado en paracaídas sobre el área, pero es el Atlético de siempre, el de las largas noches de padecimiento en Europa.
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Empieza el partido y el Chelsea reclama el gobierno de la pelota según las directrices del alemán Thomas Tuchel, quien quedó deslumbrado por el mantra de la posesión según Pep Guardiola y a ello dedica su vida. No parecen los jugadores del Chelsea el colmo del virtuosismo, controles que se escapan un metro, pérdidas cerca de su área a la mínima presión colchonera, ningún elemento diferencial como para desmonterarse… Desde el primer minuto el mundo rojiblanco empieza a sudar. El balón es del Chelsea y en torno a Oblak, a la línea fronteriza que separa el área como el bien del mal, comienza a montarse una inquietante amalgama de jugadores rayados.
Seis defensas
Durante momentos de visión periférica, asoma una franja de seis futbolistas protegiendo al portero esloveno, como atrincherados soldados con bayoneta de la Primera Guerra Mundial. Turbador cuando menos esa pared compuesta, de derecha a izquierda, por Correa, Llorente, Savic, Felipe, Hermoso y Lemar. Es el sino inevitable de tantas veladas europeas: el padecimiento de la defensa a ultranza, el espíritu numantino por encima del valor propio.
Se defiende el Atlético con doce piernas, más la atención de Koke y Saúl por delante y la desesperanza de Joao Félix y Luis Suárez, que se mueven como satélites sin dirección en un ecosistema que, evidentemente, no potencia sus cualidades futbolísticas. Oblak saca en largo, Saúl trata de ganar la peinada de cabeza y el mundo rojiblanco gira en torno a un rebote.
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No pinta bien la noche porque Joao Félix no aparece, Luis Suárez tampoco y Correa tiene demasiados metros para recorrer. Como el Chelsea no es el Brasil del Mundial de España, sus futbolistas pierden balones cuando el Atlético aprieta en versión Gabi capitán del auténtico cholismo. Koke hace la función y en un par de lances, Saúl casi liquida al portero inglés, y Lemar no llega al robo de Luis Suárez en una banda. Incluso tiene el Atlético una tercera oportunidad, una contra bien hilvanada por Suárez y Correa que no remata el uruguayo.
Pero no es el tipo de fútbol que se espera de un equipo cargado de talento que, en absoluto, es inferior al Chelsea. Lemar sufre defendiendo en la banda como un descosido y los ingleses amenazan a Oblak aunque solo sea por presencia constante en sus dominios.
La dinámica no cambia en la reanudación, refrescadas se supone las ideas en la caseta del estadio rumano. El Atlético sigue recostado atrás, sin que se atisbe un solo resquicio de arrojo por querer ganar el partido más allá de los robos de balón cerca del área enemiga, siempre tan productivos en cualquier fase de vida del cholismo. No gestiona el juego, no intimida a su adversario, no propone una alternativa en su compostura como local. Durante muchos minutos, apenas traspasa el centro del campo y no se recuerda una combinación medio potable en el que interviniesen más de cuatro colchoneros. Horrible el partido del Atlético en forma y actitud de salida. Le entregó la pelota al Chelsea, se deshizo de ella y aunque pudo ganar en la primera parte con las ocasiones referidas, terminó en padecimiento.
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Un balón suelto, el azar mismo, dejó un caramelo colgado del cielo rumano que Giroud capturó en una espectacular chilena. Golazo del francés con suspense de VAR, castigo para el Atlético que a nadie puede sorprender.
Con el gol llegaron las prisas, en el campo y en el banquillo. Simeone llenó entones el campo de delanteros en un brindis al sol porque la iniciativa del encuentro fue lastimosa. Quitó a Joao Félix y Correa, dos defensas ayer. Y no consiguió gran cosa porque ya dice el refrán que lo que mal empieza, mal acaba.