Preocupa todavía la seguridad y el clima
Tegucigalpa, Honduras
Faltan exactamente cinco años para el inicio del Mundial de Qatar 2022, que se iniciará el 21 de noviembre de ese año. Por lo tanto, en Doha, donde nos encontramos, ya se siente la cuenta atrás de un evento que, indefectiblemente, va a cambiar la fisionomía de este país, situado en un enclave mundial estratégico.Será un Mundial particular, por el simple, pero complicado, hecho de disputarse en invierno, el europeo y el qatarí, que, aunque no es al que nosotros estamos acostumbrados, sí suaviza mucho las temperaturas.
De hecho, es evidente, se hará en estas inéditas fechas por esa razón. Un junio en Doha era inviable para desarrollar este evento.Y en esa cuenta atrás, la primera consideración que nos hacemos desde aquí, y se hacen todos los que no hayan visitado este país, es ésa, la temperatura. Con una media estimada de 28 grados, en esta época del año sigue haciendo calor durante el día en Doha… pero es soportable.Los rayos del sol pegan con fuerza en cuanto uno se para debajo, si bien es un dolor asumible, hablando con parámetros españoles, por ejemplo. «En noviembre no hace aquí mucho más calor que en algunas de las ciudades europeas que han albergado recientes Mundiales», se justifica, en ese sentido, el jefe del Comité Organizador de 2022, Hassan Al Thawadi. Y puede que sea cierto. Eso sí, si el solano aprieta en Doha, hay que sudar la gota. ¿Y de noche? Temperatura suave. Se está bien.
Dentro de los estadios, la tecnología será punta y la climatización estará a gusto del consumidor en cada día, recinto y circunstancia. Por eso, la temperatura no sería un problema indoor, sino outdoor.Doha es, literalmente, una ciudad en obras. Lo era hace dos años, lo es ahora y lo será hasta 2022. Hay mucho por construir. Hace 20 años esto era un desierto, y ahora se está transformando en una ciudad moderna y deseosa de abrirle los brazos a la Copa.Visitamos las obras del metro, que partió de cero en 2011.
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Cuatro líneas, 241 kilómetros de vía, plus 28 de tranvía en superficie. Este transporte público, que tendrá vagones para familias, pueblo llano y VIPS, estará terminado en 2020 en su primera fase y prevé trasladar a un aficionado en menos de 40 minutos de un estadio, el Lusail, hasta el recinto más alejado en la otra punta, Al Bayt.Si por algo ha de valorarse este atípico Mundial -uno de los problemas será cómo pedir vacaciones en pleno año laborable en Europa- es por la cercanía que presentan los ochos estadios previstos para 2022 -ver infografía anexa-. Quitando el citado Al Bayt, situado en Al Khor, ciudad vecina de Doha, los recintos estarán en un radio de 60 kilómetros. Una ventaja para ver fútbol y una comodidad para los fans y para los propios equipos, que evitarán muchos viajes.
Eso sí, los hinchas no estarán tan contentos con el tema del alcohol, que, desgraciadamente, es consumido a raudales en un evento así. Hassan Al Thawadi lo ha expresado varias veces: «No será un obstáculo beber en Qatar, aunque no creo que sea tan esencial este tema. No se venderá alcohol en la calle, pero sí en algunas fan zonas. Dentro de los estadios, como también pasa en Europa, tampoco habrá alcohol». ¿Un problema? Ojalá no.Otro de los debates que se suscitan en países donde el fútbol no lo es todo -verbigracia, Qatar- es la utilidad de las instalaciones en el futuro. O sea, el legado. Para ello, Qatar 2022 está previendo estadios no muy grandes -la mayoría son de 40.000 asientos- que se reducirán cuando acabe la Copa para ser usados en otros menesteres. En fin, faltan cinco años… y todo por escribir.