La Selección de España cayó sorpresivamente en penales ante la Rusia anfitriona

 

Moscú, Rusia

Otra gran debacle en el Mundial. La Selección de España se suicidó paulatinamente. Su fútbol de toque pero sin ideas estaba condenado y fue ante el menos inesperado rival, que el invento de Hierro colisionó con la realidad.

Parecía que el partido salía por autonomasia. A balón parado, Sergio Ramos buscó el remate que el defensa Serguéi Ignashévich terminó anotando en propia puerta. Gol poco ortodoxo pero le bastaba a los españoles.

Solo un error no forzado cambiaría las cosas. Los rusos no tenían como hacer daño en ofensiva. Gerard Piqué saltó y levantó demasiado las manos, sobre todo la izquierda que hizo contacto con el balón. Penal tan claro que no hizo falta el VAR. Artem Dzyuba lo convirtió en gol.

De allí todo fue forzado para España. Generación de juego casi nula. Más si jugadores como Iniesta estaban en la banca. Con su entrada, España mejoró pero no fue suficiente, no tuvo una jugada clara en todo los 120 minutos.

Al final llegaron los penales, con un De Gea inseguro y con los rusos más enteros por estar en casa, con su gente, y con la tranquilidad de haber cumplido hasta ahora. Cabe recordar las expectativas eran bajas.

Los penales fallados de Koke e Iago Aspas determinaron la suerte de España. Por Rusia, hubo frialdad a la hora de lanzarlos, y solo eso hizo falta para estar en los cuartos de final donde será posible soñar. Siempre lo es.

La Real Federación Española de Fútbol necesitaba una derrota como esta para encontrarse con la consecuencia fatal de la decisión de remover a Lopetegui. Los procesos no se alteran, sino, se altera todo.