Roma, Italia
En un pésimo partido, con el argentino Ángel di María expulsado antes del descanso, la Juventus derrapó en Monza ante el colista, que aprovechó las facilidades para sumar su primer triunfo en la Serie A, en sus 112 años de historia.
No hay forma ya de esconder la crisis juventina. Acuciado por un mal comienzo de temporada, enfrentado a los árbitros tras el grave error del Var que le privó del triunfo ante la Salernitana, mermado por las lesiones y con Massimiliano Allegri cuestionado por una parte de su vestuario, el conjunto turinés se adentra cada vez más en una tormenta perfecta. Ni siquiera una nueva expulsión, la de Di María, le puede servir ya de argumento.
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Porque la visita al colista, el Monza de Silvio Berlusconi, debía de haberle servido para tranquilizar el entorno con una victoria ante un rival que había sumado un único punto en seis partidos y que estrenaba técnico, el exugador juventino Raffaele Palladino (38 años), después de que Berlusconi se cansase de la falta de resultados del entrenador que le dio el histórico ascenso, Giovanni Stroppa.
Pero, al contrario, fue el Monza el que entró al campo con las ideas más claras, desactivó el centro del campo turinés y dejó inédito al ataque del conjunto hoy dirigido por Marco Landucci, con Allegri cumpliendo sanción en el palco.
No llegó el balón ni a Vlahovic ni a Di María y el argentino acabó por desesperarse, dio un codazo a Armando Izzo en una jugada sin peligro en el centro del campo y aumentó los problemas de su equipo antes del descanso.
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Con un jugador menos, vagando sin rumbo sobre el campo, la Juve no tuvo siquiera fuerzas para rebelarse contra su destino.
Se fue quedando en manos de un rival cada vez más crecido, que se acercó por medio del portugués Danny Mota y de Christian Gytkjaer y le asestó el golpe definitivo por medio del danés, que se adelantó a la defensa, a la indecisión en la salida de Perin y remató dentro del área pequeña un centro de Ciurra para dar al Monza un histórico primer triunfo en la Serie A, para hacer aún más profunda la fosa juventina y poner en entredicho el futuro de su técnico, poco después de ser confirmado en el cargo.