Sevilla, España
Los penaltis devolvieron la Copa del Rey al Athletic Club cuarenta años después de que la ganara por última vez en 1984 de la mano de Javier Clemente al Barcelona de Diego Armando Maradona y Bernd Schuster.
Ha sido Ernesto Valverde el que ha guiado a los suyos a la consecución de este trofeo que se le negaba a los bilbaínos en los últimos 40 años y que, en la noche de La Cartuja, ha tenido los nombres propios del portero Julen Aguirrezabala, que paró el primero, y lex Berenguer, que anotó el definitivo que dio el título al Athletic al imponerse al Mallorca del mexicano Javier Aguirre
No fue fácil. Fue un duelo aguerrido el que llevó a los vascos a la consecución de su vigésimo cuarto título copero, aunque reivindica uno más, lo que no será el mayor de los problemas en una noche en la que la afición bilbaína desahogó sus angustias con un que bote San Mamés».
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Y la victoria fue trabajada. Tras el gol del mallorquinista Dani Rodríguez a los 21 minutos, a los de Ernesto Valverde les pudo la presión, descolocados e imprecisos ante lo inesperado y engullidos por las caldera de su hinchada, mientras los de Javier Aguirre gestionaban con reciedumbre y fe la ansiedad de sus oponentes.
Los Williams eran la viva imagen de la impotencia en sus sucesivos acercamientos a la portería de un Mallorca sin resquicios y con una hinchada crecida ante el silencio decepcionado de los bilbaínos, sólo roto esporádicamente en lances como un gol anulado a Nico, el menor de los hermanos.
Sí se puede, cantaban al descanso los mallorquinistas y despertaron de su letargo al comienzo de la segunda parte los bilbaínos para empujar a los suyos en pos del empate, mientras que los del vasco Aguirre se hacían esperar y se conjuraban. Pero todo cambió cuando Ohian Sancet marcó a los cinco minutos de la reanudación y el cántico fue «a por ellos, oé.
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Del 0-2 que tuvo Larin en su botas, se pasó al 1-1 y a un monólogo que duró poco, porque los de Aguirre se recompusieron en ese tramo en el que todos empiezan a medir al milímetro para no fallar y llegar a la prórroga, gestionando miedos y tiempos.
Valverde y Aguirre unían desde las esquinas de sus áreas técnicos la gestión de los últimos minutos con las planificación de una eventual prórroga y hasta los nombres de los posibles tiradores de penaltis, pero quedaban minutos y era lo prioritario, pero llegó la prórroga, sustos aislados como un cabezazo de Muriqi a la base del poste y, a cara o cruz.
Ahí se rompieron todas las gargantas antes de que no llegara la saliva: empezó a hacerlo con Julen Aguirrezabala y terminó con lex Berenguer, quienes han devuelto un título propio a las vitrinas de San Mamés 40 años después.